martes, 27 de mayo de 2008

SIN MAS ESPERAS - enero 2008

La soledad se me convierte en ingrata mientras mi lucidez escapa por las ventanas. Dejarte no fue simple ni sencillo pero pensarte se transformó en inhumano e impreciso.
Me hubiese gustado regalarte mis oídos, decir tres palabras más de las que dije o resolver el intrincado acueducto de tu mundo sin razón y sin motivo. Pero era innecesario repetir lo mismo hasta el cansancio sin que lo entendieras; era redundante intentar dilucidar tus frágiles tormentas. Y mi cuerpo ya estaba agotado de esperarte, de creer que la evolución en vos era inevitable.
Me hubiese gustado que dejaras la ironía para otro día, que preguntaras porqué o que respondieras tirando la llave de nuestra puerta hacia el infinito de tu basura cotidiana. Me hubiera encantado que no intentaras brindar por mi inminente despedida. O, mejor aún, que hicieras inminente mi regreso hacia el recoveco de tu vida.
Habría hecho el esfuerzo una vez más, pero dejaste mi partida servida sobre la mesa. Dejaste que hiciera la valija y cerrara la puerta, dejando que escapara de tu risa saturada, huyendo de la estela de tu alma.
Hoy, la soledad se convierte en ingrata y la lucidez se fuga en mi ventana. Hoy, a la sonrisa cuesta fabricarla. Pero, lamentablemente, no puedo más que decir gracias.

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