viernes, 30 de mayo de 2008

CAMINANTE NO HAY CAMINO…

Imaginar que se cumplen los sueños, sospechar quién puede acompañarnos en ellos, suponer que no quedan tan lejanos, comprender que ya encontramos el camino, creer que todavía no es tarde para recorrerlo, figurarse que ya llegará la forma y, mientras tanto, la maldición de conformarse con lo que queda, la endiablada tradición, llena de costumbre, con respecto a lo que queda. ¿Será esa la razón por la cual las relaciones se rompen en mil pedazos? Para ya no soportar la abominación de transitar un camino que no es nuestro, que no nos pertenece, que se muestra extremadamente ajeno.
Es como si la vida de pronto se convirtiera en un intrincado laberinto de cuentos y uno persiguiendo sueños equivocara el camino y tomara por la puerta incorrecta y terminara en un peregrinar lleno de ilusiones rotas, habiendo caminado por horas, días, meses, incluso años, por la vida de ya ni sabemos quién, alguien al que no reconocemos, ese que apoya sus huesos del otro lado del colchón aunque sea un intruso en nuestro cuerpo. Y darse cuenta, es peor que haber desacertado. Darse cuenta es frenar en seco y primero decidir ser uno mismo, el de los sueños, o ser “eso” en lo que nos convertimos. Darse por enterado es desgarrar al alma en un vacilar de confusiones y comenzar a andar por un trayecto de dolor que no se escapa, que ya no para, para ver convertirse al laberinto en una maraña de padecimientos, los propios y los ajenos, rechazándose a uno mismo y a ese otro que alguna vez sumamos al error de nuestro cuento.
Y quizás, sólo quizás, darse cuenta implique retroceder sin mirar hacia atrás, hundirse en la maleza de ese laberinto de arbustos al cual ya no recortamos ni emprolijamos hace tiempo y tratar de huir de nuestras propias decisiones, de nuestro propio tiempo, como si uno pudiera simplemente volver al punto de partida y empezar de nuevo, de cero, a perseguir los sueños que no se cumplieron, a sospechar quién puede acompañarnos en ellos y suponer que ya no son distantes, percibir que encontramos el camino y entender que todavía no es tarde para recorrerlo y, mientras tanto…

Mientras tanto, es como si uno tuviera que aprender a caminar de nuevo…

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