sábado, 15 de agosto de 2009

TODO Y NADA

Las luces destellantes del fuego de su alma la colmaron por completo, haciendo vibrar su cuerpo de principio a fin, desparramándose entre el todo y la nada, convirtiéndose casi en un hecho “orgásmico”, absolutamente deseable, inexorablemente disfrutable.

Tan sólo con su mirada podía lograr que un suave temblor la llevara a recorrer el infinito, el cosmos de las cosas que, tarde o temprano, suceden; la galaxia de las luces destellantes, donde uno no hace más que exteriorizar un interminable número de vibraciones espectrales.

Era casi perfecto, dentro de lo que se le permite a un ser humano, era como la miel estacionada en un frasco de grandes dimensiones. Era como la nada: innecesariamente ambicionada, descaradamente atrayente. Y en ese momento, lo era todo, todo lo que se siente, todo lo que florece, la única llama al alcance de la mecha de sus fuegos de artificio, la única caja de pandora que ella quería abrir, la única persona en el mundo que entendía "su" mundo (sin palabras de por medio).

Y una vez que abrió la caja, él fue más todo y más nada que nunca, tanto así que se convirtió en inconmensurable, en eterno e infinito al mismo tiempo que perfecto de nuevo… perfectamente imperfecto.

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