
Te espero. Te rindo culto en el altar que habita entre mi almohada y te espero.
Profeso el capricho de tenerte y me convierto en adicta de tu mente, adepta al sabor de tu sonrisa e inconciente discípula del color de tu mirada, de unos ojos que me miran expectantes e inquilinos de la voz que retumba con estruendo en la caja toráxica que anida el recuerdo de tus dedos desparramándose en mi espalda, del olor de tu piel penetrando el infinito de mi alma, del color de tus labios enquistados a los míos, del calor de tus manos incrustadas en el hueco de mis alas amarradas a tus alas, al fervor de tus dedos distraídos generando llamas que no desaparecen, que nos zanjan a la sombra de nuestros cuerpos inherentes que, inseparables ya, se funden en un abrazo de nuestros labios, con los poros a flor de piel y nuestra propia luz reverberando en las paredes.
Y una vez más, te espero. Espero que aceptes mi destino que a gritos se enlaza a tu destino, que el interminable sonido de tu risa ilumine mis dientes cristalinos y que la voluptuosidad del roce de tus manos se tope con mis manos para ya nunca más soltarlas.
Profeso el capricho de tenerte y me convierto en adicta de tu mente, adepta al sabor de tu sonrisa e inconciente discípula del color de tu mirada, de unos ojos que me miran expectantes e inquilinos de la voz que retumba con estruendo en la caja toráxica que anida el recuerdo de tus dedos desparramándose en mi espalda, del olor de tu piel penetrando el infinito de mi alma, del color de tus labios enquistados a los míos, del calor de tus manos incrustadas en el hueco de mis alas amarradas a tus alas, al fervor de tus dedos distraídos generando llamas que no desaparecen, que nos zanjan a la sombra de nuestros cuerpos inherentes que, inseparables ya, se funden en un abrazo de nuestros labios, con los poros a flor de piel y nuestra propia luz reverberando en las paredes.
Y una vez más, te espero. Espero que aceptes mi destino que a gritos se enlaza a tu destino, que el interminable sonido de tu risa ilumine mis dientes cristalinos y que la voluptuosidad del roce de tus manos se tope con mis manos para ya nunca más soltarlas.
Te espero...